lunes, 3 de agosto de 2015

CAPÍTULO 24: Historias en los albañales benquerencianos

 LOS ALBAÑALES BENQUERENCIANOS

Debido a la inclinación del suelo de las casas benquerencianas en la mayoría de ellas existía un albañal para evitar que el agua entrara en ellas acarreando los problemas lógicos de los pequeños encharcamientos.
Recuerdo que en las que no tenían albañal había una especie de canalillo en el lateral del pasillo por donde, cuando llovía, corría el agua desde el corral hasta la calle o desde la calle hasta corral según si la vivienda estuviera orientada a la Solana o a la  Umbría.
En la calle Arriba no había problema porque las aguas elegían camino dirigiéndose unas hacia  el molino de la Rana y la Fuente y otras  a la Calleja para pasar por la alcantarilla de la carretera y romper por el camino de la Muña o el de la Ermita.
De mi época de niño yo tengo especial recuerdo para cuatro de ellas:
La que recogía las aguas  de la Plaza que tenía su entrada en la puerta del herrador “Jerroriche” y salía  por mi corral (casa de Emilio del Correíllo y Luisa de Wenceslao), la de Don Gerónimo,  la de la Roda que atravesaba la casa de Guillermo y la Pepa de Siorito y la alcantarilla de la Carretera que desembocaba a la puerta de Severino.
Aunque hoy parezca mentira estas albañales “tenían vida” allá por los años cincuenta y sesenta. Vamos a ver algunas cosas que sucedieron: 
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LOS MISTERIOSOS ROBOS NOCTURNOS DE LA RODA

Transcurría plácidamente la década de los 60 cuando los vecinos de la parte final de Roda comenzaron a soliviantarse por algunos, aunque pequeños acontecimientos, que empezaron a suceder en sus viviendas.
En la casa de Quico de Mohedano y la Felisa empezaron a notar que misteriosamente desaparecían los huevos de las gallinas que tenían en el corral. Para ellos era un gran problema porque los huevos eran la base en la alimentación diaria de cualquier familia benquerenciana.
Mansú de Porrilla y la Justa se quejaban porque encontraron a faltar alguna que otra morcilla o chorizo de la matanza que habían descolgado para el consumo diario.
En el corral de Sanguino había una gallina incubando y una mañana, cuando
ya estaban a punto de salir los pollitos, aparecieron los huevos destrozados y la gallina alborotada con pocas plumas.
Acontecimientos parecidos fueron sufriendo las casas de La Cana, Manuela del tío Julio, Norberto, La Chata, La Churrera, Felillo, Leonor, Matraco, Justillo, Miguel de Romano, La Menda, Isabel de Paisa y varias más que omito para no alargar mucho el tema.
Los meses fueron pasando sin poder descubrir al causante de las fechorías.
Se comentaba que podía ser alguna zorra de las muchas que había por la zona. Otros decían que era una garduña, una jineta, un gato montés…….. En fin nombraban toda la fauna de alimañas que existían por los alrededores del pueblo.
Pasaron unas cuantas semanas y un día un chavalillo de la Roda llegó a la Escuela gritando:
¡¡ Viva, viva!! ¡¡Han matao la garduña!!  ¡¡Han matao la garduña!!
D. Víctor, el maestro, trató de tranquilizarlo y luego le preguntó: “Vamos a ver Antonio ya que estás más tranquilo explícanos eso de que "han matao la garduña”.
Pues nada D. Víctor resulta que desde hace unos meses rara es la noche que en la Roda no desaparecen alguna que otra gallina, huevos y pollitos de los corrales además de otros alimentos de dentro de las casas. Nadie sabía quién era  pero se ve que anoche  descubrieron que era una garduña y la mataron.
Lo que sucedió en realidad es que en el corral de la casa de “ La Churrera”  había un bidón medio lleno de agua y se supone  que como el animalito se habría pegado algún opíparo festín en la visita de algún corral le entrarían ganas de beber y para su desgracia y alegría de los vecinos cayó de bruces dentro del bidón pasando a mejor vida.
La muerte de la garduña fue un acontecimiento muy comentado en Benquerencia. Por la tarde  la chiquillada le hizo un pomposo entierro acompañándola hasta la cuneta de la carretera.
Pero, mira por donde, un par de días después en la casa del Peque desaparecieron los torreznos y un poco de chorizo que tenían preparados en una fiambrera para la comida de Manuel que se iba a marchar a arar a  la Fuentezuela.
También en la casa de Norberto encontraron rastros de una visita inoportuna.
La gente empezó a comentar que o bien había dos ladrones o  que la garduña era inocente.
El tiempo fue pasando y un par de veces por semana las casas de la Roda continuaban recibiendo la indeseable visita nocturna que robaba sus alimentos o mataba a alguno de sus apreciados animales domésticos.
Con celo se pusieron a vigilar, colocaron algunas trampas y cerraron puertas, ventanas y cualquier hueco que permitiera la entrada del indeseado visitante.
Todo fue en vano. Las tropelías continuaron sucediendo.
Una mañana, cuando rayaba el alba, Manuel “El Roso” salía de su casa con su pareja de mulas para iniciar su faena en el campo. Al llegar a la puerta de la Casilda los animales se asustaron y se pararon en seco. Por delante de ellos pasó como una exhalación un enorme gato con una gallina en la boca.Se metió en el albañal de Guillermo.
Unas fechas después cuando Chavarría regresaba a su domicilio a la altura de la casa de Norberto el mismo gato le dio un buen susto al cruzarse a toda velocidad por delante de él y meterse en la  albañal.
La gente empezó a sospechar que el causante de los robos tenía fijada su residencia en el mencionado albañal. Se pusieron en comunicación con Claudio (padre de la Magdalena que ha regentado bastantes años la Cafetería San José) y le comentaron sus sospechas.
Claudio era un pastor de La Serena que tenía un par de pequeños  perros  para cazar y dirigir el ganado a los que sólo les faltaba hablar. Era un experto cazador de liebres y se comentaba que salía con dos cartuchos y volvía con cuatro “rabonas” ya que manejaba el garrote mucho mejor que la escopeta.
El buen hombre se presentó con sus dos perros a los que acompañó hasta la entrada del albañal en el corral de Guillermo.
Tan rápido como pudo bajó y se colocó en la salida del albañal aguzando el oído para adivinar si dentro ocurría algo.
La chiquillada acompañada de algunas personas mayores comenzó a llegar rodeando al pastor. Dentro empezaron a oírse los ladridos de los perros. Claudio apartó a los curiosos espectadores y se colocó en guardia blandiendo su garrote como si de un jugador de golf se tratara. El gato salió del albañal dando un gran salto a una velocidad increíble. Pero para su desgracia el garrote del pastor fue más rápido y certero que él y el visitador nocturno quedó tendido sin vida a la entrada del callejón mientras los espectadores aplaudían. Se trataba de un enorme gato rayado que no tenía rabo.

Relato basado en una historia real que me ha contado mi paisano y cuñado Antonio Tena Martín
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MOMENTOS DE ANGUSTIA EN EL ALBAÑAL DE LA PLAZA

Corría la década de los sesenta y las fiestas de San José continuaban en pleno apogeo en su tercer día de celebración. Recuerdo que mi hermano Emilio me propuso que si podía colaborar con él y con Porrilla ya que tenían casi agotado su presupuesto y querían comprar una pelota que habían visto en la tienda de la Juana porque  pensaban que era ideal para jugar al fútbol en la calle. Yo, de entrada, le dije que no porque a mí el fútbol no me gustaba y además no sabía ni jugar de medio estorbo. Siguieron insistiendo y al final acepté porque me prometieron que yo sería el árbitro en los "partidos más importantes". Más contentos que unas pascuas  se marcharon y
a los pocos minutos ya se podía oír el sonido de los primeros chutes en la Plaza antes de que Narciso empezara a poner en movimiento sus barcas.
A primera hora del día siguiente ya tenían preparado  el primer partido (3x3) con la nueva pelota.
Cumplieron su palabra y me avisaron para que les arbitrara. Salí a la calle y,….. la cosa no empezaba bien…., estaba lloviendo con bastante intensidad y tuve que suspender el partido más de media hora.
Cundo escampó pusieron una portería( dos piedras o cualquier prenda) en la puerta de la Pepa de la Rata y la otra en la puerta de la Encarnación.
El partido fue transcurriendo con normalidad y con sus obligados tiempos muertos ya que la pelota, al ser de goma tenía un bote muy vivo y cada vez que se escapaba por la Calleja emprendía camino de la carretera y no había manera de alcanzarla hasta que se paraba al chocar contra la pared del camino de la Ermita.
En un momento del partido la pelotita se coló por el albañal de la Plaza. En un principio no nos preocupamos porque sabíamos que a menos de dos metros había un pequeño escalón y allí se habría detenido. El encargado de rescatarla fue mi hermano Luis, que por aquella época tendría ocho o nueve años. El inició de la maniobra lo hizo marcha atrás para que posteriormente pudiera salir con más facilidad. Efectivamente delante del escalón estaba la pelota. Pero cuando Luis intentó sujetarla con los pies se le escapó y empezó a rodar hacia el interior del albañal. ¡¡Se ha metido para adentro!!  ¡¡Se ha ido!! ¿Qué hago?, gritaba Luis.
Desde la boca le gritamos que avanzara un poco más ya que seguramente
estaría cerca. Intentó hacer lo que le decíamos pero cuando estaba salvando el escalón se quedó atascado y empezó a chillar. Mi hermano Emilio y Porrilla intentaron acercarse para tirar de él pero sus cuerpos eran demasiados grandes para la abertura del albañal. En ese momento apareció mi madre por la puerta de la calle  y nos preguntó: ¿Dónde está mi Luisito?
Los que estaban asomados al albañal dieron un salto y empezaron a disimular fingiendo estar jugando a las chapas. “No está aquí porque lo hemos mandado a la casa de la Loreta a comprar unos caramelos”-le contestó mi hermano Emilio. Mi madre se metió para casa sin sospechar lo que estaba ocurriendo.
Le dijimos a Luis que se olvidara de la pelota e intentase salir para adelante. Fuera porque como había llovido el suelo resbalaba o por el miedo unido a los nervios el caso es que nos dijo que le patinaban los pies y no podía avanzar. La cosa empezaba a ser preocupante. Uno de los hijos de la Constanza bajó con una soga para tratar de hacérsela llegar y tratar de “remolcarlo” pero no hubo manera.
En la puerta de mi casa habíamos puesto un vigilante por si volvía a salir mi madre.
Convencimos a Luis para que no gritara y cuando se acercaba alguien disimulábamos para que  no se dieran cuenta de lo que estaba pasando.
¡¡Qué viene la Luisa!! – gritó el vigilante. Todos a disimular con las chapas.
¿No ha venido todavía  Luisito?- preguntó mi madre.
“Ha venido hace un momento porque le faltaban unas perras gordas para los caramelos que le hemos mandado a comprar a casa de la Loreta. Cuando venga ya le avisamos” – le dijo el vigilante.
Vale decirle que pase en cuanto venga y entre en casa que si no  se va a enterar.

Mi hermano Emilio se metió otra vez de cabeza con un garrote que había traído “El Gordo de Belmonte”  Cuando consiguió que Luis lo cogiera con sus manos empezó a tirar con todas sus fuerzas. Nada de nada, Luisito no se  movía ni a tiros. Ya había pasado casi una hora y en la calle había cada vez más tráfico. Entonces fue Pedro Porrilla el que se metió en el albañal con el garrote. Repitió la operación y hubo un momento en el que pareció que, por fin se movía. Pero el resultado siguió siendo negativo. Como Porrilla veía que la situación estaba llegando a un límite peligroso le dijo a mi hermano que intentase moverse hacia la salida del albañal. Luisito le dijo entre sollozos que no podía porque el albañal estaba muy oscuro y le daban mucho miedo las arañas y las culebras. Pedro  retrocedió y me cedió su lugar para que hablara con mi hermano. Cuando se iba a producir el relevo oímos el ruido de la “tranca” que abría la puerta de Antonio María (Jerroriche) y antes de que asomara la cabeza por el postigo ya estábamos todos disimulando con las chapas. Tuvimos suerte de que no se diera cuenta de lo que estaba pasando porque este hombre tenía mucho carácter y le
temíamos todos por sus reacciones cuando nos pillaba  metidos en “su albañal” para recuperar algo que se nos había colado en ella.
Cuando se metió para adentro volví al albañal para tratar de tranquilizar a mi hermano. Le dije que hiciese un esfuerzo y tratase de moverse hacia adelante o hacia atrás porque si la situación no cambiaba tendríamos que avisar a nuestro padre para que buscase una solución. Como temía mucho a mi padre cuando estaba enfadado hizo un último esfuerzo y me dijo que se había movido un poco. Le animé lo que pude y retrocedí rápido porque me avisaron de que venía gente.
¡¡Qué viene, que viene la Luisa!!- volvió a gritar el vigilante.
Esta vez mi madre salió acompañada de mi padre. Nos preguntaron que dónde estaba Luisito y yo les contesté que había ido a por la pelota que se había marchado Calleja abajo.
Mi padre, que supongo que estaba sospechando algo, se fue hasta la puerta de Antonio José para comprobar si venía.
Nosotros nos mirábamos unos a otros con caras de estupor y respondiendo cada vez 
más ambiguamente a las preguntas que nos hacía mi madre.
Entonces se produjo el milagro: Por la esquina de la casa de Basilio y la Encarnación aparecieron mi padre y Luisito, hecho un Cristo, con la pelota en la mano.

Todos empezamos a aplaudir y nos fundimos en un abrazo.
¿Cómo vienes así hijo mío?- le preguntó mi madre.
Es que la pelota se había metido en la alcantarilla de la carretera y estaba el suelo mojado.
Mis padres se fueron al otro mundo sin saber los motivos de los aplausos que le dieron a Luis cuando apareció con la pelota.
He de decir para los que no conocen la ubicación exacta de los acontecimientos que el albañal de la Plaza tiene la salida por mi corral y que Luisito para que mis padres no lo descubrieran tuvo que salir a la carretera por el corral y subir por la Calleja.


Fotos: 
1 Luisito con Pepín del Abogao
2 Mi hermano Emilio
3 Manolo Tena (yo)
4 Luisa Caballero (mi madre)
5 Emilio Tena (mi padre)
6 Pedro Tena "Porrilla"
7 Entrada actual del albañal donde ocurrieron los hechos.

Os he contado esta historia tal como yo la viví.

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LA COCHINA DESAPARECIDA

En aquella época de los años 50/60 muchas familias benquerencianas se las tenían que ingeniar para poder cubrir sus necesidades básicas ya que los ingresos económicos eran escasos y sólo había trabajo en el campo en determinadas épocas del año. Eso hacía que en la mayoría de las viviendas hubiese algún cerdo o alguna cabra para para abastecer de leche o hacer la matanza, si se podía.
En la casa de Manuel “El Roso” tenían dos cabras y en la de su hermana Clemencia, que en aquellos años vivía en La Roda, una cochina. Cada mañana sacaban las cabras atadas con unas cadenas bastante largas y las ataban para que comieran en la suerte de la Civilona que estaba a la derecha del camino de Las Delicias. Por la tarde les arrancaban las piquetas y los animales regresaban a casa. La cochina, acompañaba cada día a las cabras en su salida hasta la casa de la Valentina. 
Desde allí era imposible controlarla y tiraba para donde le daba la gana. Era un animal muy rebelde aunque muy prolífera a la hora de tener cochinillos. Lo que sí tenía de bueno era que cada tarde a la hora de regresar estaba en el camino esperando a las cabras.
Una tarde cuando fueron a recoger las cabras la cochina no estaba esperando en el camino. En principio nadie se preocupó pensando que en breve regresaría ya que conocía el camino a la perfección.
Llegó la noche y el animalito seguía sin dar señales de vida.
Nada más amanecer la Clemencia recorrió el camino de las Delicias con la esperanza de que la cochina se encontrara por allí. Pero nada de nada. La noticia de la desaparición de la cerda se extendió rápidamente por el pueblo.
La dueña se fue a hablar con Manolito de la Reyes que, era el guarda del pueblo, para preguntarle si sabía algo del tema. Manolito le dijo, con una media sonrisa en la cara,  que él no la había visto ni sabía nada (en el fondo la cochina le estaba ocasionando infinidad de problemas ya que se metía en todas las suertes causando desperfectos y abriendo números portillos que irritaban a los dueños que, como es natural, denunciaban  los hechos  al guarda para que tomase las medidas oportunas). Si no aparecía mejor que mejor pensaría el bueno de Manolito.
Ángel de la Eladia y Antonio María Triviño le comunicaron a la
Clemencia que el día de su desaparición la vieron a media mañana caminando tranquilamente por la Roda en dirección al centro del pueblo.
Aquel día en la parada del servicio estaban aparcados unos titiriteros que por la noche iban a actuar en el casino de Molinilla y la Clemencia llegó a la conclusión de que si ellos la habían visto merodeando por allí podían haberla incorporado gratuitamente a la colección de animales que llevaban para la parte circense de su espectáculo.
Se fue al Ayuntamiento para pedirle al alcalde, por
aquel entonces Víctor Tena Vances, que mandara a alguien para registrar a los titiriteros que, aunque se habían marchado, estarían en La Nava o Helechal preparando su siguiente actuación. El alcalde se comprometió a tomar las medidas oportunas y hacer lo que estuviese en su mano para esclarecer el problema y tratar de recuperar a la cochina.
En La Nava fueron interceptados los carros de los titiriteros por la Guardia Civil de Helechal pero en el registro oportuno no se
encontró a la cochina.
La desaparición del animalito se convirtió por aquellos días en el centro de atención en Benquerencia. Cada uno opinaba según su imaginación: Unos decían que la habían visto por la Piedra de la Media Legua camino de Castuera, otros que andaba por los castaños de Canela, otros que la habían visto en “La Olla del Lejío” disfrutando de los berros que tanto le gustaban. Incluso alguien llegó a comentar que se “había tirado al monte” para convivir con algún apuesto jabalí que le habría tirado los tejos.
Ya habían pasado cuatro días de la desaparición cuando  una tarde varios críos de la Roda estaban jugando al escondite y uno de ellos se le ocurrió ocultarse en el albañal de Guillermo para tratar de que no le descubrieran. El chaval se llevó el susto de su vida cuando
escuchó a un par de metros de él unos extraños sonidos que le hicieron salir asustado a toda prisa de su escondite. Tembloroso les explicó a sus compañeros de juego lo que le había ocurrido. La noticia de que en el albañal había un fantasma corrió como la pólvora entre los vecinos. Por la noche algunos de los atrevidos que
se acercaron confirmaron que efectivamente dentro pudieron oír los ronquidos del fantasma.
A la mañana siguiente ya con la luz del día pudieron comprobar que, atascada dentro del albañal, estaba la cochina desaparecida.
Uno de los críos pudo llegar hasta ella y remover algunas piedras del suelo. El animalito pudo salir marcha atrás y llegar a la calle ante el aplauso de los espectadores.

Fotos:
1-Manolito de la Reyes
2-Ángel de la Eladia
3-Antonio María de Triviño
4-Víctor Tena, el Alcalde.
5-Salida del albañal de Guillermo en la actualidad.

Historia que me contó Rosa Tena

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UN JUEGO PELIGROSO


Recuerdo en la época de los 60 cuando llegaba la noche  empezaban  reunirse en la puerta de la Iglesia numerosos muchachos del pueblo que ya tenían cierta edad para organizar la partida nocturna 
del conocido como el JUEGO TONTO. Era un juego sencillo pero pensándolo ahora creo que bastante peligroso. Creo que San José echaba una mano para proteger a los jugadores ya que aparte de algún que otro arañazo o pequeña torcedura nunca había habido ninguna lesión grave.
Una vez que estaban presentes todos los participantes se hacían dos grupos. Lo clásico  era que los de La Roda estuvieran en un bando y los de la calle "Abajo" en el otro siendo la Iglesia la que marcaba la separación de las dos zonas. 
Cuando se daba la orden de inicio uno de los grupos se dispersaba a toda velocidad para esconderse en cualquier lugar del pueblo y evitar ser localizado por sus contrarios. El otro grupo tenía que esperar con la cara pegada a la pared cinco minutos para iniciar la busca y captura de los "enemigos".
Pasado el tiempo establecido se iniciaba el rastreo del primer 
grupo.
Uno de los lugares preferidos para esconderse eran las siembras de trigo, cebada o habas que había pegadas a la carretera en las que a la mañana siguiente se podían observar las "camas" y espigas dobladas para disgusto de sus propietarios(Matraco y el Roso principalmente).
Otros preferían la zona del Altillo y el Feche, pero eran los que menos por la dificultad que había para correr debido a las irregularidades del terreno.
Cuando algún participante era descubierto empezaba una emocionante carrera, unas veces campo a través y otras por los caminos. Muchas veces las carreras llegaban hasta el Horno de Ignacio, la Faneguilla o la Carretera del Campo La persecución cesaba  cuando el perseguido era atrapado o el perseguidor dejaba de correr por agotamiento.
Pensarán que esto no tiene nava que ver con los albañales. Pues si que está relacionado. Continúo:
Una noche uno de los participantes del JUEGO TONTO, dudo entre Juan de la Leona y 
"Teresita" bajó por la Calleja y al llegar a la alcantarilla de la carretera se asomó a ella gritando:¡¡Hay alguien aquí!! No contestó nadie. Ni corto ni perezoso el mozuelo cogió una piedra del tamaño de medio ladrillo y la lanzó por la boca de la alcantarilla. Unos desgarradores alaridos de dolor rompieron el silencio de la noche. El susto que se llevaron tanto el perseguidor como el perseguido fue morrocotudo. Suerte que al esconderse el muchacho entró de cabeza a la alcantarilla mirando hacia la casa de Severino y el proyectil lanzado hizo impacto en el culo. Si hubiera estado mirando al revés seguro que las consecuencias hubieran sido catastróficas. Después de unos angustiosos segundos salió Pelpe de la alcantarilla llorando y con las dos manos palpándose el trasero. Sigo pensando que nuestro querido Patrón San José protegía a todos los participantes del JUEGO
TONTO.
Muchas gracias a Víctor Matías, Angelita Matías y Joni Romero por las fotos que me han enviado para este capítulo

CONTINUARÁ...............

  

 

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